Alicia,
en la penumbra de su cuarto
se contempla al espejo desnuda
mientras disgrega su deseo
en la metamorfosis de la masturbación.
El oscuro lado del espejo no miente,
no mienten sus lados frotando,
sus nacientes senos pequeños,
ni mienten sus piernas que escurren
los efluvios de su interior.
El vértice de su sexo
es un nido de mariposas.
Alicia perdió la inocencia
una noche tranquila,
en que soñaba con sátiros que revoloteaban
como aves de rapiña en el país del estrupo.
Y después lloró noches y días,
bajo las mandrágoras y las lluvias hasta que sus ojos de turquesa
se exprimieron de luz.
Alicia en el país de las porquerías
esboza una amplia sonrisa perversa
y observa su imagen desnuda,
tatuada de estrellas fugaces
tras el umbral de la oscuridad.
Entonces,
su delgado cuerpo
se transforma en un recinto
de inmensas floraciones nocturnas
que iluminan el extremo procaz del sueño.
Alicia no duerme,
tan sólo se contempla
frente al lado oscuro del espejo,
mientras tocas los vértices
de su cuerpo satinado de luna.
Es simplemente hermoso para quien logra entenderlo
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